Conservación doméstica de alimentos: aprendizajes clave del taller SPRINT

El pasado 16 de diciembre se celebró el taller online “Nutrición sin desperdicio: cómo conservar los alimentos sin perder calidad ni nutrientes”, una propuesta del proyecto SPRINT, cofinanciado por la Unión Europea. La sesión, organizada por Asincar e Innovasturias, con la colaboración de Oviedo Emprende, reunió a personas interesadas en aprender a conservar mejor los alimentos en casa de forma sencilla, segura y consciente.

La sesión inició con una idea clara y fácil de reconocer: el hogar es uno de los grandes puntos críticos del desperdicio alimentario. Y, aunque a veces no lo parezca, pequeños cambios en la forma como guardamos, manipulamos o planificamos las compras pueden marcar una gran diferencia en la cantidad de desperdicio que generamos. A partir de ahí, se explicó por qué los alimentos se estropean y, sobre todo, cómo podemos “jugar a favor” de su conservación.

Durante el taller se explicó de forma clara:

  • Qué factores aceleran el deterioro: crecimiento de microorganismos (bacterias, mohos y levaduras), reacciones enzimáticas y oxidación por contacto con el oxígeno.
  • La importancia de la temperatura: se insistió en evitar la “zona de peligro” (temperaturas templadas donde los microorganismos crecen más rápido) y en no romper la cadena de frío, sobre todo en verano o al volver del supermercado.
  • Métodos de conservación útiles en casa (y sus matices): refrigeración, congelación (idealmente a -18 ºC), y envasado al vacío como aliado para alargar vida útil, prevenir oxidación y evitar “quemaduras” por congelación.

Uno de los bloques más prácticos y valorados fue el dedicado a frutas y verduras, responsables de buena parte del desperdicio doméstico por su carácter perecedero. Se explicaron las diferencias entre frutas climatéricas (como manzana, tomate, plátano, kiwi o mango, que siguen madurando y liberan etileno) y no climatéricas, como fresas, uvas o sandía, que no evolucionan igual tras la recolección. Entender esta diferencia ayuda, y mucho, a decidir dónde guardarlas y qué alimentos conviene mantener separados.

De ahí surgieron consejos muy concretos y fáciles de aplicar. Por ejemplo:

  • Fresas y frutos rojos: se recomendó no lavarlos antes de guardarlos, retirar los que estén dañados y usar recipientes no herméticos con papel absorbente, dejando el lavado solo para el momento del consumo.
  • Setas y champiñones: evitar lavarlos antes, mejor almacenarlos en bolsas de papel o tela, nunca en envases cerrados.
  • Hojas verdes y lechugas: la clave está en lavarlas sin cortar, secarlas a conciencia y guardar en recipiente para alargar notablemente su duración.
  • Hierbas aromáticas pueden conservarse como un pequeño “ramo vivo” en agua dentro de la nevera, o congelarse ya picadas para tenerlas listas cuando se necesiten.

También se dedicó un espacio a alimentos de mayor riesgo desde el punto de vista de la seguridad alimentaria:

  • Carnes y aves: se insistió en el consumo rápido una vez abiertos lo empaques, la congelación preferiblemente al vacío y la importancia de evitar la contaminación cruzada, además de asegurar una cocción completa, especialmente en aves.
  • Pescados y mariscos: la recomendación pasó por comprar siempre en buen estado y conservarlos en la zona más fría del frigorífico, recordando que los pescados grasos resisten menos tiempo en congelación por su tendencia al enranciamiento.
  • Lácteos y huevos: se desaconsejó guardarlos en la puerta de la nevera; en yogures se aclaró que cierta separación de suero es normal; y en huevos, se explicó cómo la cáscara actúa como una barrera natural que conviene no alterar.

Uno de los mensajes más contundentes llegó al hablar de conservas caseras. Se alertó de los riesgos cuando no se controlan parámetros clave como el pH y se recomendó extrema precaución, evitando prácticas inseguras (por ejemplo, evitando conservas caseras de bonito en aceite a temperatura ambiente). La idea fue clara: conservar mejor, sí, pero nunca a costa de asumir riesgos innecesarios.

En general, en el taller se llegó a una conclusión muy práctica y fácil de trasladar al día a día: conservar bien no es solo “guardar”, sino que es comprender cada alimento, conocer su sensibilidad a la humedad, al oxígeno o a la temperatura, y elegir el método más adecuado en cada caso y tipo de alimento. Si se aplican ciertas técnicas que se revisaron durante el taller, se pueden obtener resultados en la disminución del desperdicio en casa y, al mismo tiempo, alimentos con mejor calidad nutricional y sensorial en el momento de consumirlos.

Si te interesa seguir aprendiendo y mantenerte al día, te invitamos a estar atento a los próximos talleres que iremos desarrollando en los próximos meses. Se avecinan nuevas instancias de encuentro, intercambio y aprendizaje. Muy pronto anunciaremos, en nuestra sección de eventos, un nuevo ciclo de formaciones especialmente diseñado para la industria alimentaria. El primero de estos talleres se dará a conocer en enero de 2026 a través de nuestra página web y de las redes sociales de SPRINT.

¡Vale la pena seguirnos de cerca: lo mejor está por venir!

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